Lo busqué, mas no lo hallé.


Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma; Lo busqué, y no lo hallé. (Cantares 3:1)

¿Acaso perdiste la comunión con Cristo por culpa del pecado? Entonces la única manera de encontrarlo es abandonar tu pecado y requisar con la ayuda del Espíritu Santo cualquier aspecto de tu vida o tu cuerpo en los que todavía permanezca la lujuria por el pecado. ¿Dejaste a Cristo por desatender las Escrituras? Entonces debes hallarlo en las Escrituras.

El dicho: «Busca lo perdido donde lo hayas perdido porque allí estará» también se aplica en este caso. Por eso, busca a Cristo donde lo hayas dejado, porque él no se ha movido de allí. No obstante, volver en busca de Cristo requiere esforzarse.

Viajar treinta kilómetros hacia adelante siempre será más sencillo que tener que regresar aunque solo sea un par de kilómetros. Por lo tanto, una vez que descubres a tu Maestro, tienes que ser muy cuidadoso. Debes aferrarte a él.

De nuevo, ¿cómo perdiste tu comunión con Cristo? Uno podría pensar que jamás te separarías de semejante Amigo, cuya presencia es tan dulce, cuyas palabras son tan consoladoras y cuya comunión es tan valiosa.

¿Cómo es posible que no hayas mantenido tus ojos fijos en él a cada segundo, por miedo a perderlo de vista?

Aunque lo hayas dejado partir, qué gran misericordia es que ahora lo estés buscando aunque suspires con dolor: «¡Si supiera dónde hallarlo!» Sigue buscando, porque solo tú sabes cuán peligroso es estar sin la comunión de tu Señor.

Sin Cristo eres como una oveja sin pastor, como un árbol sin agua para sus raíces o como una hoja seca y marchita que se lleva un huracán. Te sientes separado del alimento del Árbol de Vida.

Búscalo de todo corazón y lo hallarás. Recuerda que debes someterte por completo a la búsqueda y, al final, con total certeza, lo hallarás para que continúe siendo tu verdadero gozo y deleite.

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