Resistid al diablo


«Por eso, obedezcan a Dios. Háganle frente al diablo, y él huirá de ustedes.»(Santiago 4:7)
En la Biblia encontramos una amonestación maravillosa y muy sencilla: Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros. Esta exhortación concuerda con el testimonio de Pablo cuando dice: “Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe.”
Los seres humanos también actuamos por el sentido común, por las leyes naturales y sobre todo por nuestra propia naturaleza pecaminosa. No todo lo malo es exclusivo de satanás. Muchos de nuestros problemas provienen de nuestra propia carne pecaminosa
La Biblia dice que hay un diablo. Es una persona real, pero él no es omnipotente, ni es omnisciente, sin embargo es un poderoso adversario. Pues, si no fuera porque Dios nos sostiene con su mano, caeríamos fácil cuando el diablo nos ataca. Satanás es poderoso. Pero Dios es Todopoderoso, y la Biblia asegura que Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.
Jesucristo mismo tuvo que resistir al diablo. Leemos que cuando el Espíritu Santo descendió sobre El mientras era bautizado en el Río Jordán, el Padre le habló y le dijo: “Este es mi Hijo.” Poco después de esto, fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ser tentado por el diablo. Así sucede con nosotros.
Aún después de nuestras más grandes bendiciones podemos tener un encuentro terrible con el diablo, pero tenemos que usar LA PALABRA DE DIOS. Cuando Satanás vino a Jesús y dijo: “Escrito está”, Jesús respondió: “Escrito está otra vez.” A Satanás le gusta citar las Sagradas Escrituras, pero lo hace fuera de la armonía del contexto. A Satanás le encanta torcer la verdad y de ahí es donde vienen las falsas doctrinas. Pero la Palabra de Dios es nuestra espada para resistir al diablo. Cuando nos sentimos tentados, podemos seguir el ejemplo de Cristo y afirmarnos en la Palabra de Dios. También es necesario para resistir al diablo tener fe y llenarse de su Santo Espíritu, y el poder de la oración.

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