La tumba vacía
“Más el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho” (Mateo 28:5-7).
El testimonio más grande que aparece en la Biblia es la resurrección de Jesús. Y es el fundamento de nuestra fe, ya que si Cristo no hubiera resucitado vano sería todo lo que profesamos. Su testimonio fue claro pues hubo muchos testigos que dijeron lo que había sucedido. La resurrección es la única explicación razonable para que su tumba esté vacía y el motivo más grande para el creyente el saber que Cristo es un Dios vivo, que se levantó triunfante sobre la muerte.
Otra prueba de la resurrección es que Jesús sigue transformando vidas. Nosotros somos testimonio de esto. Nuestra vida nunca volvió a ser la misma después de nuestro encuentro con Jesús. Esto nos debe alentar a seguir hablando de Cristo, como la única respuesta clara, al vacío interior del ser humano.
Además tenemos morando en nosotros su Espíritu Santo, que nos da testimonio del Cristo Vivo, que sigue obrando en nuestras vidas, ya que por la presencia de Cristo tenemos una nueva relación con Dios, intima, personal y continua, que es reafirmada por Él. Si el Espíritu está en nosotros, Cristo vivo está en nosotros, y nuestras almas están vivas para Dios. La regeneración por el Espíritu, trae al alma una vida nueva y divina.
Otra prueba de la resurrección es que Jesús sigue transformando vidas. Nosotros somos testimonio de esto. Nuestra vida nunca volvió a ser la misma después de nuestro encuentro con Jesús. Esto nos debe alentar a seguir hablando de Cristo, como la única respuesta clara, al vacío interior del ser humano.
Además tenemos morando en nosotros su Espíritu Santo, que nos da testimonio del Cristo Vivo, que sigue obrando en nuestras vidas, ya que por la presencia de Cristo tenemos una nueva relación con Dios, intima, personal y continua, que es reafirmada por Él. Si el Espíritu está en nosotros, Cristo vivo está en nosotros, y nuestras almas están vivas para Dios. La regeneración por el Espíritu, trae al alma una vida nueva y divina.
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