CUANDO TE SIENTAS OPRIMIDO
Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo. (Números 11:17)
¿Alguna vez te han pedido que aceptes una tarea que sabías que era demasiado grande o difícil y que no implicaba ninguna recompensa tangible? Tal vez un servicio voluntario en la iglesia o en tu comunidad, o tal vez una responsabilidad que pensabas era demasiado abrumadora para ti.
Esa tarea que parece ser abrumadora, se hace más difícil cuando aquellos a los que sirves parecen no apreciar tus esfuerzos. A cambio del esfuerzo, recibes egoísmo, y cualquier iniciativa de cambio es recibido como protesta. En esos momentos puedes estar tentado de decirle al Señor como lo hizo Moisés: » ¿Por qué has hecho mal a tu siervo?…No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía.» (Num 11:11,14).
Los israelitas se revolcaban en la oscuridad de la amargura, echando la culpa a Dios y a su líder elegido. En vez de ver la mano de Dios trabajando, culparon a Moisés y al Señor por todo lo que les decepcionó. Así que su sufrimiento continuó.
Hay una diferencia crucial entre la queja de los israelitas en el desierto y las lamentaciones de Moisés. El pueblo se quejó entre sí, pero Moisés fue sabio y tomo la decisión de mostrar el peso de su carga, a quién de verdad podía hacer algo por el: Dios. Como resultado, El Señor prometió enviar nuevos líderes que le ayudaran a llevar dicha carga.
Cuando pensamos haber arado en nuestro desierto de preocupaciones, problemas o circunstancias que parecen fuera de control; o cuando nuestro esfuerzo por otros no es recompensado o agradecido, no te resientas en quejas como el Pueblo israelita, por el contrario, lleva como Moisés tus preocupaciones a Dios. Porque Él jamás «dejará caído al justo», y porque allí donde terminan nuestras fuerzas, justo ahi comienzan las suyas.
AMÉN
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