Lección indispensable

 

Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. (Juan 21:16)

El día estaba amaneciendo. Las experiencias de la semana anterior fueron muy intensas. Pedro estaba emocionalmente sacudido y confundido intelectualmente. Había dejado todo atrás y caminó con Jesús durante más de tres años. Se sentía como un fracaso. No fue suficiente que Jesús fuera crucificado; había negado al Maestro. Estaba decepcionado y abatido. ¿Qué sería de él y de los demás a partir de ahora? Ni siquiera la pesca le había animado como esperaba. Pero con el amanecer, una sorpresa. Jesús fue a su encuentro y en la playa le ofreció el desayuno. El Maestro todavía tenía una lección que enseñar. Una lección que cambiaría su vida. Le daría sentido a todo. Lo llevaría a superar su frustración por todo lo que había pasado.

«Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Jesús le preguntó tres veces. ¿Cómo podía Pedro convencer a Jesús de que lo amaba? Los hechos estaban en su contra. En ese momento Pedro respondió: «Sí, Señor, sabes que te amo». Pedro sabía que Jesús conocía su corazón y que sabría que el decía la verdad. Sin embargo en su inmensa sabiduría Jesús, sabía que manisfestar su amor no sería suficiente para Pedo y le dio  una segunda oportunidad para salir de su arrepentimiento y vacío espiritual diciéndole: «apacienta mis ovejas». (Juan 21:17)

Jesús le estaba diciendo en ese momento: «Si me amas, entonces muestra tu amor sirviendo a aquellos a quienes amo, por quienes di mi vida. Este es el verdadero significado de las palabras de Jesús. Que gran responsabilidad la dada a Pedro, pero que gran oportunidad de redimirse. La gente ya no podría escuchar las enseñanzas de Jesús o sorprenderse de su amorosa mirada, bondad y gracia. Ahora le correspondería a Pedro amarlos y servirlos.

La lección de Jesús para Pedro es también para Ti y para mí. Si amamos a Cristo, entonces amemos y sirvamos a los que nos rodean y aprovechemos la oportunidad de redención que sólo en El Señor hallamos cuando caminamos en sus sendas de bendición.

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