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Mostrando entradas de febrero, 2021

ES ALIMENTO ESPIRITUAL

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  Desechando, pues, toda malicia..   desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación (1 Pedro 2:1-3). ¿Ha visto usted alguna vez a un bebé tomarse un biberón? La hambrienta criatura lo agarra firmemente y hace suaves ruiditos de satisfacción. Disfruta a fondo su alimento. Pero llega el momento en que la leche ya no es suficiente para saciar el apetito del bebé. Allí es cuando se abre todo un mundo de posibilidades culinarias. Al comparar a los nuevos creyentes con los bebés, Pedro dijo que ellos desean la leche no adulterada de la Palabra (cf. v. 2). Usted no alimentaría a un recién nacido con un bistec y espinaca, ¿verdad? Pues bien, los bebés espirituales deben consumir poco a poco las verdades bíblicas. Entonces, como un niño que crece rápidamente, se deleitarán con los pasajes de la Biblia, ingiriendo gradualmente principios y temas más sustanciosos. Los creyentes no son dejados solos para que se las arreglen por sí so

SU GRACIA PARA CONTINUAR

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  Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna (Hebreos 4:16). Como creyentes, atribuimos fácilmente nuestra salvación a la gracia de Dios, pero ¿qué significa para nosotros “esta gracia en la cual estamos firmes” (Ro 5.2)? ¿Cómo funciona ella en la vida diaria, especialmente cuando pasamos por períodos de prueba o sufrimiento? 1. La gracia del Señor libera su poder sobrenatural en nosotros para que podamos sobrellevar las dificultades de la vida y regocijarnos en lo que Él está haciendo en nosotros por medio de la adversidad. 2. La gracia edifica nuestra confianza en el Señor soberano. Nada luce irremediable cuando nos enfocamos en Él, en vez de hacerlo en nuestros problemas. 3. Descubrimos la seguridad de la presencia sustentadora de Dios, ya que Él camina con nosotros en cada paso del camino. 4. Porque hemos experimentado el amor que Dios nos tiene, somos capaces de sentir empatía y amor por los

APRENDER A RECONOCER SU AMOR

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  Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él (1 Juan 4:16). La mayoría de los cristianos aceptamos que Dios nos ama. Pero, ¿entendemos en verdad lo que significa ser amados así por el Creador del universo? Examinemos tres aspectos del amor de Dios. Primero, no es influenciado por nada dentro o alrededor de nosotros. Sabemos que aun cuando vivíamos todavía en el pecado, Cristo murió por nosotros (Ro 5.8); no hay sencillamente mayor sacrificio que éste. Nada que hagamos podrá impedir que Dios nos ame, y llegar a entender eso debe aliviar la carga de nuestros hombros. Segundo, el amor de Dios es eterno. Los creyentes nunca seremos separados del mismo. De hecho, Efesios 1.4 nos dice que el Padre celestial nos escogió antes de la fundación del mundo. Sabemos, por tanto, que su amor por nosotros ha sido siempre una realidad, y siempre lo será. Tercero, sabemos que el amor de Dios es parte de su naturaleza (1 Jn 4.8), y que está dirigido a todas las personas (Mt

SOBRE IMPOSIBILIDADES

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  Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios ( Marcos 10:27 ). La Biblia es un tesoro por muchas razones, y una de ellas es que es muy práctica. Sus relatos y preceptos son tan aplicables hoy como lo eran en el tiempo de Jesús. Todos hemos experimentado momentos en los que nuestros problemas parecen no tener solución, y no sabemos qué hacer. Cuando eso sucede, necesitamos recordar que las situaciones imposibles son oportunidades para que el Señor nos enseñe lecciones valiosas que nunca aprenderíamos de otra manera. La supremacía de Dios es superior a los recursos humanos. Cuando Jesús preguntó. “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” (v. 5), Felipe reconoció de inmediato su propia insuficiencia. Aunque Cristo supo todo el tiempo lo que iba a hacer, estaba enseñando a sus discípulos que el plan perfecto y el poder para implementarlo provienen solo de Dios, no de las soluciones y los recursos

AMOR SUPREMO

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Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. (1 Corintios 13:3). Ningún sentimiento es más importante que el amor. La incomparable disertación de Pablo sobre este tema en 1 Corintios 13, está insertada en medio de dos capítulos sobre los dones espirituales. Los corintios se concentraban demasiado en exhibir tales dones, por lo que el apóstol les mostró el “camino aun más excelente” del amor (1 Co 12.31). Curiosamente, no hizo ningún intento de definir al amor, sino que describe su importancia y expresión. El tipo de amor del que Pablo habla no es de origen humano, sino un amor que proviene de Dios —una parte de su propia naturaleza. Es el amor abnegado y sacrificado que actúa en bien de otra persona. Puesto que el Señor quiere transformar nuestro carácter a la imagen de su Hijo, esta prioridad tiene mucho sentido, porque cada vez que mostramos ese interés por los demás, es cuando somos más

LIBRES DE TEMOR

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  El que habita al abrigo del Altísimo y se acoge a la sombra del Omnipotente, dice al Señor: Tú eres mi esperanza, mi Dios, ¡el castillo en el que pongo mi confianza!» El Señor te librará de las trampas del cazador; te librará de la peste destructora. (Salmos 91:1-3). ¿Será posible vivir libre de temor en este mundo tan peligroso e incierto? ¡Sí, definitivamente es posible! Porque la protección es parte de las promesas de Dios. Pero no es una promesa para cualquiera, sino para quienes se acogen a la sombra del Señor.  Acoger  significa habitar o residir habitualmente en un lugar. Acogerse bajo la sombra del Omnipotente significa estar en constante unión con Él, guardando Su Palabra y obedeciendo Su voz. Los que se acogen al Señor, pueden vivir sin temor de lo que el diablo pueda hacer. Sin embargo, permíteme aclarar algo: La promesa de protección de Dios no garantiza que no tendrás dificultades, o situaciones que puedan hacerte decaer. Significa que Dios te dará la salida cada vez que

ÉL LUCHA PARA TI

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  Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel;   porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido (Génesis 32:28). Nuestros períodos de oración a menudo parecen más a luchas que a diálogos, aunque, aún en esta realidad, de ellos pueden surgir transformaciones sorprendentes. Hasta este encuentro con Dios, la vida de Jacob se caracterizó por sus manipulaciones para que «funcionara» según sus deseos. Cuando este extraño apareció y luchó con Jacob, estaba experimentando un momento de soledad y miedo. Pronto conocería a su hermano, Esaú, que tenía derecho a odiarlo. Jacob no estaba al tanto de los planes de su hermano. Durante la lucha con Dios (Gen. 32.30), Jacob dijo su propio nombre – el equivalente a una confesión, porque su nombre significaba «usurpador». La confesión llevó a la transformación. Jacob recibió la bendición: un nuevo nombre y un nuevo futuro. También recibió una lesión, un recordatorio permanente de lo que había sucedido. La lucha de Dios c

SOPLO DE VIDA

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  Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (Génesis 2:7). Dios creó el universo a través de la palabra. Determinó que las estrellas y los planetas existen. Comenzó el proceso de creación de la nada. Con el Espíritu Santo y por su palabra, se produjo la creación. Entonces Dios se dedicó a hacer el ser humano. Algunos textos bíblicos lo describen como «alfarero» y a los seres humanos como «arcilla» (Is 64:8), haciéndonos pensar en el Padre formando figuras de arcilla según el diseño que tenía en mente. El toque final fue soplar en nosotros el aliento de vida. Se convirtió en algo personal. Al soplar nuestra respiración, también nos dio la capacidad de hablar. El acto de respirar que nos mantiene vivos es lo que usamos para comunicarnos. Debemos usar el privilegio del aliento de vida para hablar con nuestro Creador. Estamos hechos para comunicarnos con nuestro Padre. Así como nos regocijamos cuando lo

TIERRA FÉRTIL

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  «Abundante lluvia esparciste, oh Dios; A tu heredad exhausta tú la reanimaste» (Salmos 68:9). Las plantas necesitan agua para brotar, crecer y dar fruto. Sin este suministro del cielo, pronto pierden su vigor y mueren en medio de la sequedad. Como ellas, también necesitamos ser regados por Dios para generar buenos frutos y soportar el calor de las tribulaciones. Solo cuando estamos cerca de Él, podemos obtener la firmeza de un árbol plantado junto a las aguas: «Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará» (Salmos 1:3). Estamos satisfechos y podemos calmar la sed de esos fuegos de la vida que atacan nuestro bosque, porque quien bebe de su agua no volverá a tener sed. Por el contrario, el agua que Cristo ofrece se convierte en nosotros en una fuente que brota para la vida eterna (Jn 4, 13-15). Podemos incluso enfrentarnos a los desiertos de esta vida, pero dentro de nosotros hay un continuo refrigerio, que es la presencia del Señor, la cual puede hace

Nada nos Dañará

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  «He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.» (Lucas 10:19-20) Muchas veces olvidamos que nuestros pensamientos, actitudes, palabras y acciones hacia los demás y hacia nosotros mismos, se encuentran conectadas. Y es por ello que la actitud que asumamos ante cada situación, determinará en gran medida como nos encontremos en su resultado final. Si pensamientos amenazantes, negativos, de angustia nos acompañan durante una circunstancia adversa, lo más probable es que terminemos con muchas más circunstancias negativas, rodeándonos y quitándonos nuestra paz. Por otra parte, si confiamos en el poder que a través de Dios tenemos, para resistir, saldremos airosos y continuaremos al frente. Romper este círculo vicioso, es confiar en las promesas que nos ofrece la palabra del Señor. Una de ellas la de

Lección indispensable

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  Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. (Juan 21:16)   El día estaba amaneciendo. Las experiencias de la semana anterior fueron muy intensas. Pedro estaba emocionalmente sacudido y confundido intelectualmente. Había dejado todo atrás y caminó con Jesús durante más de tres años. Se sentía como un fracaso. No fue suficiente que Jesús fuera crucificado; había negado al Maestro. Estaba decepcionado y abatido. ¿Qué sería de él y de los demás a partir de ahora? Ni siquiera la pesca le había animado como esperaba. Pero con el amanecer, una sorpresa. Jesús fue a su encuentro y en la playa le ofreció el desayuno. El Maestro todavía tenía una lección que enseñar. Una lección que cambiaría su vida. Le daría sentido a todo. Lo llevaría a superar su frustración por todo lo que habia pasado  y consigo mismo. «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Jesús le preguntó tres veces. ¿Cómo podía Pedro con

Sabiduría para avanzar

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  Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? (1 Reyes 3:9) Salomón, hijo del rey David, fue su sucesor. David era un líder inusual, un guerrero victorioso, un administrador hábil, un estadista de cualidades superlativas. Ahora, Salomón, todavía joven, está tomando el trono. ¿Qué hay que hacer? Lejos de embriagarse de poder, consideró pertinente pedirle sabiduría a Dios. Podría haber pedido riquezas, salud, un ejército bien equipado y la victoria sobre sus enemigos. Pero pidió sabiduría para gobernar. Pidió un corazón comprensivo para juzgar a la gente. Pidió prudencia para discernir entre el bien y el mal. Dios le concedió a Salomón la sabiduría y como consecuencia de ese clamor y su promesa cumplida, vino una gran riqueza y un enorme prestigio. Su reino era más grande que el de su padre. Amplió sus fronteras, amasó una fortuna colosal y una fama incomparable. ¡Ah, c

Nuestra ancla de esperanza

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  Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. (Salmos 62:5-7) La vida puede presentarnos momentos abrumadores en los que nos atrincheramos, atormentamos y podemos sentirnos en un callejón sin salida. Pensamos que nuestra liberación, será imposible, que la victoria no es una opción para nosotros. Los problemas parecen gigantescos y nos vemos a nosotros mismos como demasiado pequeños para resolverlos. En estos momentos de crisis profunda, es cuando la duda puede también tendernos la trampa de disminuir nuestra fe y hacernos olvidar la grandeza del poder de Dios y de sus planes de bendición para cada uno de los que han decidido seguirle y servirle. El versículo de hoy es un clamor de David en la más avasallante de las angustias, ante la persecución de la que fue vícitima por parte de Saúl, las feroces amenazas de otros

La esperanza que no perece

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  Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos…Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová (Ezequiel 37:11,14). El reino de Judá no escuchó la voz de la gracia, así que recibió el látigo de la disciplina. El pueblo del pacto fue desarraigado de su tierra y llevado en cautiverio. Perdieron su nacionalidad, su libertad, su templo, sus lazos. Ahora estaban en una tierra extraña, bajo un pesado yugo. El pueblo estaba desolado y sin fuerzas. Era como un valle lleno de huesos secos. No había vida ni esperanza de renovación. El profeta Ezequiel es transportado en espíritu a ese valle marcado por la muerte. Una pregunta resonó en sus oídos: «Hijo de hombre, ¿puedes revivir estos huesos? El profeta respondió: «Señor Dios, Tú lo sabes. Esos huesos eran la casa de Israe

DONES CONCEDIDOS.

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  “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. (1 Juan: 17-18)” Asistí a una dinámica de grupos en la que pidieron al grupo dibujar cuatro cajas en una hoja de papel. En la primera escribimos la palabra “pasión”, y fuimos invitados a agregarle aquellas cosas que nos motivaran o nos dieran satisfacción hacer. En la segunda caja debíamos escribir las palabras “Bueno en” y listar aquellas cosas en las que sentíamos teníamos buenas habilidades. En la tercera caja nos solicitaron agregar “Siempre Hago” y anotar las actividades que teníamos por rutina. Por último en la cuarta caja al lado de las palabras “Creo en” debíamos escribir las cosas que valorábamos y que nos guiaban en nuestro obrar diario. Al final de la dinámica el facilitador nos comentó que todo lo que habíamos escrito, eran los dones que Dios nos había regalado a cada u

AYUDA EN CADA CARGA.

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  “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2) Ayudar a un hermano que se encuentra en dificultades es una de las primeras leyes de Dios. Contribuir a que su carga sea llevadera es un deber del siervo fiel. No obstante debe haber un equilibrio en la manera en que podemos ayudar a otros a llevar esas cargas. En primer lugar, es importante tener en cuenta que nuestra ayuda debe tener un lapso; prestar auxilio a un hermano por tiempo indefinido, podrá ocasionar que nuestra intención de colaborar nos haga ahora dueños de la carga y cree una dependencia con el hermano que queremos ayudar.  Asimismo debemos saber diferenciar, en cual situación debemos interceder y con qué tipo de persona debemos cooperar. Como lo dice en Mateo 23:4: “ Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”.  De allí que debemos tener ojo acucioso para no endosarnos la carga de p

CREER SIN VER

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“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1)   Todos los días, de manera inconsciente, damos por sentado, eventos en los que ejercemos algún tipo de fe. Al sentarme asumo que la silla me sostendrá y no caeré al suelo, si voy a un restaurante estoy seguro de que la comida será sana y me caerá bien. Cuando en la noche coloco el despertador, sé que al día siguiente, me levantará y llegaré a tiempo al trabajo. La fe juega un papel supremo en nuestras vidas y es la piedra angular de nuestro caminar con el Señor. La palabra tiene mucho que decir acerca del ejercicio de su ejercicio: por ejemplo, somos salvos por la fe (Efesios 2:8-9), por fe nos mantenemos de pie (2 Corintios 1:24), recibimos justicia de ella (Romanos 4:13) y en ella podemos encontrar la paz. (Romanos 5:1) En Hebreos 11:1 la palabra dicta, de forma muy resumida pero práctica lo que es la fe: “Es, pues, la fe la certeza de lo que s

La copa del gozo

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  “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” ( Filipenses 4:4-7 ). Dios quiere que seamos felices, por eso tenemos que buscar la voluntad de Dios a través del estudio de la Biblia y la oración. Cuando actuamos en el poder del Espíritu Santo andamos siempre en luz y podemos vencer el pecado en nuestras vidas, ya que el pecado hace que la copa de gozo se agriete y empiece a salirse. El mayor gozo de un creyente es cuando Jesús habita en él. Es necesario llamar continuamente a los cristianos al gozo, como lo decía el apóstol Pablo, porque es de gran importancia en nuestra vida, para ayudarnos a superar cualquier adversidad. Este es el gozo que sólo pro

Confesión y limpieza

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  “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” ( 1 Juan 1:9 ). Cuando hemos pecado se levanta una barrera entre Dios y nosotros que rompe la comunión. A veces nos cuesta admitir que hemos fallado y somos negligentes en pedir perdón. Para hacerlo tenemos que ser sinceros y humildes para reconocer nuestras debilidades. No debemos temer confesar nuestros pecados a nuestro Dios. Pues, quien más que Él, conoce lo profundo de nuestro corazón y no se alejará. En cambio apartará nuestro pecado y nos atraerá hacia Él. Cuando nos confesamos, volvemos a disfrutar de la comunión con Cristo, traemos paz y tranquilidad a nuestras almas y somos libres nuevamente de culpa. Él es fiel y justo, por eso perdona todos los pecados cometidos, y los que aún no hemos cometido, no nos rechaza si nuestra vida todavía no está perfectamente limpia. La genuina confesión siempre debe tener el propósito de no seguir pecando, debemos batallar contra

La tumba vacía

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  “Más el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho” ( Mateo 28:5-7 ). El testimonio más grande que aparece en la Biblia es la resurrección de Jesús. Y es el fundamento de nuestra fe, ya que si Cristo no hubiera resucitado vano sería todo lo que profesamos. Su testimonio fue claro pues hubo muchos testigos que dijeron lo que había sucedido. La resurrección es la única explicación razonable para que su tumba esté vacía y el motivo más grande para el creyente el saber que Cristo es un Dios vivo, que se levantó triunfante sobre la muerte. Otra prueba de la resurrección es que Jesús sigue transformando vidas. Nosotros somos testimonio de esto. Nuestra vida nunca volvió a